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En un derbi correoso, para paladares entrenados, la Real se tuvo que conformar con un empate (0-0) insuficiente en sus aspiraciones europeas. Queda a ... un punto del octavo puesto, el último que da acceso a competición continental. Tras el impacto que sufrió la Real al conocer que Imanol no seguirá y el varapalo que recibió el Athletic al perder 0-3 contra el Manchester United el jueves y verse fuera de su final soñada en Bilbao, los dos equipos parecieron desenfocados, preocupados por problemas más serios que ganar el vecino. El derbi reflejó de forma precisa la realidad.
En contra de las apariencias, es buena señal. Significa que la Real aspira a retos superiores, ambiciona victorias más grandes. Es un equipo que ha acariciado la final de Copa, ha luchado con honor hasta que le arrebataron el sueño en la Europa League, sigue en la lucha en Liga, con apuros pero con opciones, y se marca un nivel mínimo que hace que lo más grave no sea no ganar al Athletic sino alejarse de su nueva vara de medir, que es ser alguien en Europa. Quedan cuatro jornadas y la pelea debe continuar, no hay otro camino, pese al regusto pobre que dejó el derbi, por la falta de altura del juego. La Real fue mejor que el Athletic a lo largo del partido, pero no lo suficiente, nunca llegó a someter a su rival, y el empate a cero refleja bien lo que sucedió, aunque los dos puntos perdidos pesan.
Trató de intimidar la Real en el arranque, con dos acciones de peligro antes del minutos dos, con el capitán Oyarzabal en el ajo en ambas. Se fue al limbo su remate en esa segunda acción y el Athletic se remangó para estabilizar el partido. Lo consiguió y la Real no tuvo más remedio que aceptar un duelo de pedernal, de pico y pala.
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Los dos equipos ocuparon el espacio como las legiones romanas, sin dejar resquicio alguno para los voluntarios pero ligeros intentos del rival, que se estrellaban con las corazas de los defensores sin hacer apenas rasguños. Sergio Gómez tuvo la mejor ocasión de la Real en un balón difícil justo antes del descanso. El día del homenaje a Aranzabal, Rekarte, Alberto y De Paula, alguien hizo memoria en la grada: «Esa, Karpin la mete». El balón se fue a la grada. Tan poco pasó que por no haber no hubo ni descuento. Minuto 45 exacto y al descanso.
No gustó la primera mitad, pero no fue mala. Las defensas estuvieron a buena altura y superaron de forma clara a los ataques. No fue un gran espectáculo, pero sí fue fútbol.
Enfrascados en objetivos de altura durante toda la temporada, a la Real y al Athletic el partido no les pilló con liturgia de derbi. Ha habido cosas más importantes en las que pensar y por las que pelear. Y se notó.
En la reanudación, la Real tuvo más presencia. Se abrió algo el partido y Brais Méndez tuvo la victoria en un cabezazo a la media hora de juego, neutralizado por un paradón de Unai Simón. En la continuación de la jugada pudo marcar Marín, pero su testarazo se fue fuera. Imanol intentó refrescar el equipo, sobre todo con Barrenetxea, Sucic y Becker, pero no se notó en exceso, aunque el cansancio abrió más huecos.
Al final, Jon Martín dio la razón a quienes en los despachos nobles de Anoeta venían reclamando más protagonismo para el central lasartearra. Un cruce provicencial cuando Berenguer ya enfilaba a Remiro con el reloj marcando el 90 evitó que el Athletic disparara por segunda vez en el partido entre los tres palos y, quien sabe, cualquier desgracia.
El marcador no se movió. Para la Real, el resultado es pobre porque no le mete en Europa, objetivo al alcance después de los marcadores de la jornada, pero el derbi describe el destino del equipo blanquiazul esta temporada. Dificultades y más dificultades. Y, ante las dificultades, trabajo. No le queda otra salida a la Real, cuatro jornadas de pico y pala.
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